Parece redundante, una escuela de música en donde se supone que todos "la llevan en la sangre".
Pues eso es un estereotipo. Es probable que genéticamente haya una predisposición entre los pobladores de El Carmen para aprender música por imitación con mayor facilidad que en otros grupos poblacionales, pero el aprendizaje se logra gracias a la estimulación de esa disposición. Sucede así con las familias que tienen entre sus miembros algún músico y/o danzante. Los niños que crecen en esas familias perciben desde edad temprana los sonidos y ritmos asociados a los movimientos que años más tarde manejarán con gran destreza.
Esto que parece una ventaja puede entenderse también como una desventaja. Así podría concluirse luego del estudio que hizo Giselle Guglievan en un aula de la escuela primaria del sector hace algunos años. Observó que los niños no eran exigidos en el aprendizaje intelectual como otros niños de otras escuelas. La explicación probable radicaba en el estereotipo que el profesor manejaba de sus alumnos: "son buenos para la música y el fútbol" y, conforme a ello, no les exigía más. Esto que ocurría en un aula puede darnos idea de cómo se juzga a los niños y niñas afrodescendientes carmelitanos y cómo se actúa en concordancia con los pobladores de la zona, favoreciendo la determinación y el enquistamiento de una pobre autoimagen, "sólo servimos para la música y el fútbol".
En el intento de romper con estereotipos y ampliar el abanico de posibilidades, en el Centro Cultural Afroperuano (CCA) nos propusimos establecer una Escuela de Música con una duración inicial de dos años, con el objetivo que los asistentes aprendan a leer música, a tocar otros instrumentos más allá de los cajones y, sobre todo, que potencien otras habilidades intelectuales. Obviamente nos proponemos mejorar su autoestima.
La Escuela de Música se inició a fines de abril 2010 con Elvis Flores, profesor chinchano y en agosto hicimos algunos reajustes. Desde septiembre enseñan en ella profesores de "Arte para Crecer" bajo la dirección de Lili Romero, fundadora y directora. Por ahora empleamos metalófónos, flautas e instrumentos de percusión como cajitas, cajones, quijadas de burro y otros. Los niños y niñas asistentes aprenden una melodía, la escriben en el pentagrama, la leen allí y si no concuerdan los sonidos con la melodía de referencia modifican su escritura.