viernes, 22 de enero de 2010

Rutinas

Muchas veces la gente llega a El Carmen movida por la curiosidad que inspira todo lo que se dice de su gente: que son muy alegres, que bailan desde chiquitos porque lo llevan en la sangre, que tocan cajón y zapatean prácticamente desde que nacen. La gente de El Carmen es como lo es la gente de todas partes, tan sólo aprende y hace lo que ve en los suyos, en su alrededor y en sus mayores. Si los mayores bailan los niños bailan, si los mayores gritan los niños gritan, si los mayores zapatean los niños zapatean... si los mayores no se educan, ergo dificilmente los niños se educarán.

Además, algo singular sucede allí. La vida es como pública. Todos se enteran de lo que pasa con cada quien, y las paredes de las casas, sean del material que sean, no aseguran la privacidad de nadie. Todo, o casi todo, se comparte como si se tratara de una gran familia: los secretos, la confianza, la desconfianza, las tradiciones, los temores... y las expectativas.

Hoy acuden al local del Centro Cultural, desde las 3pm, más de 60 niños, niñas y jóvenes. Leen porque es una obligación previa a desarrollar cualquier otra de las actividades. Los lunes y miércoles aprenden a nadar, los martes y jueves juegan basket y los viernes aprenden capoeira. ¡Qué más podemos pedir! Poco a poco vamos cambiando sus expectativas. Y ahora Elia me llama a las 3.30 pidiendo ayuda: "¿qué hago? ya no tengo sitio donde ubicarlos". Los 100m2 ahora nos quedan chicos para estos chicos que ahora se quieren educar... porque también lo ven ahora en sus mayores.

Mientras tanto, 50 niños ensayan desde ya para el Festival de Cajón en Lima el próximo abril.
Mañana cuelgo fotos.
Edith Maldonado